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Ficha de análisis

, Colombia, diciembre 2017

Mujeres y construcción de paz en Colombia

La construcción de paz desde la mirada de las mujeres en Colombia, se ha constituido como una apuesta creativa que dibuja a través de sus prácticas, nuevas estéticas sociales que en efecto promueven la sanación y curación a nivel individual, cultural y estructural.

Keywords: Trabajar la comprensión de conflictos | | Las dificuldades de una cultura de paz en una población que ha vivido la guerra | Representaciones mentales y paz | Memoria colectiva y paz | Sensibilización a la paz | Diálogo social para construir la paz | | Mujeres y paz | Colombia

Situar el conocimiento, tal vez es la mirada más oportuna para introducir esta ficha, teniendo en cuenta la gran riqueza narrativa que alimenta la comprensión de la subjetividad de las mujeres, como también su papel protagónico en la construcción de paz.

Las experiencias de resistencia desplegadas por las mujeres latinoamericanas en el siglo XX, como por ejemplo las mujeres de la plaza de mayo en Argentina, que desde su condición de madres incorporan una agenda política que reivindica hechos que se consideraban privados y personales (Alcañiz, 2000), han sido de gran inspiración en Colombia para la creación de movimientos sociales de mujeres, que trabajando en coalición edifican el activismo político, contemplando la existencia de ser sujetas de derechos con una identidad y subjetividad política que justifica su accionar social. Y es que la construcción de paz desde la mirada de las mujeres en Colombia, se ha constituido como una apuesta creativa que dibuja a través de sus prácticas, nuevas estéticas sociales que en efecto promueven la sanación y curación a nivel individual, cultural y estructural Lederach (2013).

León (2009) describe que el surgimiento del movimiento de mujeres en la región colombiana, se fundamenta como consecuencia al sometimiento de autoridad y la invisibilización y nulidad en el orden público de las mujeres; lo que significa que las organizaciones han actuado decisivamente en la recuperación democrática y política, que no se detiene en el ejercicio pleno de la ciudadanía, sino que está presente en las prácticas de la vida cotidiana. Esta descripción es bastante acertada por la cantidad de organizaciones que buscan posicionar una agenda democrática por la edificación de la paz y la reconciliación en el país.

Entre los grupos de la sociedad civil colombianos que mas visibilidad han tenido a nivel nacional e internacional se encuentran: La Organización Femenina Popular ; la Ruta Pacífica de las Mujeres; Red nacional de Mujeres; Iniciativa de Mujeres por la Paz; Confluencia nacional de Redes de Mujeres; Mesa nacional de Concertación de Mujeres; Mesa de Trabajo Mujer y Conflicto Armado; Movimiento nacional de Mujeres Autoras y Actoras de Paz; Madres y Familiares de Miembros de la Fuerza Pública, Retenidos y Liberados por Grupos Guerrilleros y la Liga de Mujeres Desplazadas por la Violencia en Bolívar (Rojas, 2009, p.208).

Los grupos aquí mencionados sin olvidar que hay muchas mas iniciativas de base, se mueven dentro del paradigma eco feminista y el pacifismo de la no violencia, sostenido en la reivindicación de las libertades y la defensa de los derechos humanos, tomando más fuerza desde los 90’, por el empoderamiento de las mujeres para compartir y vivenciar iniciativas y formas inéditas de organización popular. Desde esa época se consolidan en la región fuertes redes en torno a la resistencia pacífica para exigir los derechos, la eliminación de las múltiples formas de violencia contra las mujeres, cómo también la incidencia política a favor de la construcción de paz en Colombia.

En cierto modo el accionar feminista ha reconceptualizado la democracia, intentando una nueva cultura política, tal como lo hacen otros sectores subordinados, buscado también, una redefinición del poder político desde la subjetividad de las mujeres con alternativas y contenidos que politizan la esfera privada y que se movilizan mediante múltiples formas que reivindican las prácticas del movimiento, las demandas al reconocimiento de sus identidades y reclamo de intereses no sólo políticos sino culturales (Hernández, 2011).

Así mismo, las actuaciones generan empoderamiento y sostenibilidad en movimientos de mujeres como el de la Ruta Pacífica de Mujeres, que se mantienen en el tiempo y en el que se desarrollan múltiples estrategias de reconocimiento personal y colectivo a la voz y sentir de las mujeres, que termina siendo una apuesta significativa en la transformación estructural y cultural del país.

Con diversas metodologías las mujeres han buscado encontrar la verdad y la justicia a través de la recuperación de la memoria de las victimas, la visibilización del efecto de la guerra en el cuerpo y vida de las mujeres, evitando la impunidad ética y política, elementos necesarios para el sostenimiento de la paz y la interiorización de la reconciliación. Por lo tanto a través del activismo han logrado legitimidad popular con sus apuestas artísticas y de expresión cultural, donde utilizan el cuerpo como un símbolo de reacción en la subjetividad política.

En efecto, las mujeres han ganado una creciente participación en los procesos de negociación, consolidación y mantenimiento de la paz, contribuyendo al desarrollo del horizonte indispensable para comprometer la acción del Estado y las formas de organización y respuesta social hacia la construcción de paz (SNU, 2013).

Sin embargo, aún queda un largo camino de resistencia. Para el caso de Colombia como el de muchos otros países, la participación de las mujeres sigue con un velo expuesto. El informe de ONU Mujeres titulado (Participación de las mujeres en las negociaciones de paz: relaciones entre presencia e influencia, 2011) muestra un análisis de 31 países en procesos de transición de guerra a la paz donde se constata la participación de las mujeres por debajo de un 5%. Particularmente en este país suramericano que lleva en su historia de violencia estructural once procesos de paz desde 1982 hasta el 2016, solo el 4,07% de las personas signatarias en los acuerdos han sido mujeres (Chaparro, 2016), con la clara excepción del último proceso de paz (2016), en el que por primera vez en la historia de Colombia se crea una subcomisión de género, encargada de incluir a las mujeres y la perspectiva de género en los acuerdos, un hecho nunca antes visto en los procesos de paz llevados a cabo en los países del mundo con miras a una transición (Chaparro, 2016).

En tal sentido hay que analizar la pertinencia de involucrar y visibilizar más el conocimiento adquirido por las mujeres que aportan de manera directa a la reconstrucción del pacifismo en las diferentes sociedades.

Frente a ese reconocimiento se desarrolla en Bogotá ( La Cumbre Nacional de Mujeres y Paz, 2013) donde se consolida la agenda de Paz de las Mujeres, como oportunidad para posicionar la participación de las mujeres en el proceso de paz tendiente a legitimar el proceso mismo, como también a generar un compromiso de sostenibilidad como mecanismo de construcción histórica y estructural de una nueva Colombia.

La agenda de Paz de las Mujeres se mueve con fuerza a nivel de la base, en los diversos territorios rurales y urbanos se desarrollan acciones políticas donde se promueve una construcción de paz desde el encuentro simbólico con acciones por la paz, que denotan el trabajo continúo de las mujeres en sus procesos de autoreconocimiento y transformación. El impacto de la interacción y asertividad simbólica en sus prácticas metodológicas, ha llevado a las mujeres abordar la construcción social y de conocimiento desde otras metodologías y perspectivas diferentes a las hegemónicas fundamentadas en la violencia, la supremacía o la imposición. Han desarrollado un conocimiento antropológico y de reconstrucción histórica que implica una visión de mayor confianza en el género humano; una concepción del conflicto más abierta, participativa y alternativa, como también la capacidad de refrescar los compromisos éticos en la justicia y la verdad, pilares determinantes para la reconciliación. En el 2015 la Ruta Pacífica de Mujeres desarrolla una investigación como aporte a la memoria histórica del conflicto denominada (El camino de vuelta a la memoria, comisión de la verdad de las Mujeres, 2015) en el que ubica 1000 testimonios de las experiencias vividas por las mujeres y nueve casos colectivos en el marco de la guerra en Colombia. Este proceso ha contribuido a resolver uno de los grandes enigmas del presente y es dar garantía a las victimas de la no repetición del daño. Y sin duda alguna recuperar la memoria de las victimas es reconocer que procesos históricos deben ser reparados y transformados.

En tal sentido hay un gran aporte y contribución a la paz desde el conocimiento empírico feminista que empata con los avances en la investigación para la paz: Por ejemplo las ideas desarrolladas por Lederach (2013) y Dietrich (2013) en sus últimos trabajos tienen la visión de que la construcción de paz debe estar acompañada de elementos de sanación personal que fomenten la unión en las personas y el autoreconocimiento. Estas ideas están presentes en las narrativas de las mujeres ya que en los procesos de educación y formación promovidos por La Ruta Pacífica de Mujeres se ve una gran apuesta simbólica que fundamenta la sororidad y el impulso a la otredad como valor de apreciación sobre las mismas mujeres, creando y resignificando escenarios pacíficos y de reconciliación.

Las apuestas de trabajo, posicionan con mayor fuerza el empoderamiento de las mujeres y su filosofía de la no violencia y el pacifismo, ganando reconocimiento y legitimidad. En el 2017 el movimiento de la Ruta Pacífica de Mujeres es ganadora del Billion Acts, por utilizar la no violencia y la resistencia civil para promover la inclusión de las mujeres colombianas en el proceso de paz. Esta categoría es determinante como aporte a la construcción de paz demostrando como desde las experiencias territoriales, desde el reconocimiento y rescate a los símbolos expuestos en sus prácticas de resistencia no violenta, se promueven escenarios de incidencia política, pedagógica y de curación social. Y es que desde lo simbólico se incide de manera activa en la resignificación subjetiva de las mujeres como sujetos de derecho, también en la transformación social demostrando que se puede hacer política con herramientas artísticas y didácticas a favor de la cultura de paz.

En síntesis la perspectiva ecofeminista en comunicación profunda con el pacifismo construyen un conocimiento y un sentir a favor del cambio y la transformación social, cultural y estructural. La apuesta presente de los movimientos como el de la Ruta Pacifica de Mujeres, denominada en la actualidad Asociación Pacífica de Mujeres (2017) contribuye desde sus diversas formas de acción, a la construcción de la paz desde el conocimiento diferencial, tomando en cuenta un gran referente intersubjetivo de identidad que se ubica en la cultura, como también la construcción histórica feminista que como bien lo ha señalado Bryson (como se citó en Sánchez, 2006) puede considerarse un paradigma con cimientos teóricos, explícitamente comprometidos en entender la sociedad con el objeto de desafiarla y cambiarla. « Su objetivo no es el conocimiento abstracto sino el conocimiento susceptible de ser utilizado como guía en informar la práctica política feminista » (p. 302).

Esto es de vital importancia en la investigación para la paz desde las mujeres, por la misma lucha histórica que han desarrollado, por la diversidad cultural y sociopolítica que habita en sus experiencias, y por las diversas relaciones gestadas con influencias políticas, económicas y sociales, cargadas de peso culturalmente patriarcal. Reconocer las realidades de las mujeres brinda una posibilidad de entendimiento y comprensión al desarrollo de las prácticas de paz que buscan la transformación de las dinámicas en los diferentes países en transición como es el caso de Colombia.

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