Victor Valle, Costa Rica, marzo 2008
Entrevista con Victor VALLE
Entrevista realizada por Henri Bauer y Nathalie Delcamp (Irenees).
Irenees :
¿Puede presentarse por favor?
Victor Valle :
Nací en El Salvador en 1941, en Santa Tecla, una ciudad, por ese entonces, de 40,000 habitantes y rodeada de colinas y cafetales verdes, en un hogar formado por un padre carpintero-artesano-pequeño empresario-pequeño comerciante y una madre de “oficios del hogar”. Estudié Ingeniería Civil en El Salvador y Educación, en Estados Unidos de América, donde obtuve una Maestría –Universidad de Pittsburgh- y un Doctorado –Universidad “George Washington”-. En un país donde la mayoría no sabe leer ni escribir, esto me coloca indudablemente en un estrato social superior
La ciudad donde nací era muy tradicional y, durante la cosecha del café, era el punto de reunión obligado de campesinos sin tierra y terratenientes propietarios de plantaciones de café, donde se transaban contratos de trabajo. Estos campesinos dormían al aire libre, con sus familias, a la espera de que el fin de semana un terrateniente o sus colaboradores de confianza los contrataran por unas semanas para recoger el café. El reclutamiento de la mano de obra era conocido como “la conquista”. Esto sucedía a 200 metros de mi casa. Por eso en mi niñez, sin ser pobre, vi de cerca la cara de la pobreza sufrida por otros, por los campesinos de mi país, sin tierra, sin casa y casi sin esperanzas.
Mi familia era de clase media baja. Nunca carecí de lo elemental. Siempre usé zapatos y nunca padecí hambre. Estudié casi toda la educación primaria y toda la secundaria en un centro de estudios privado y dirigido por la Congregación Salesiana.
Un día, cuando tenía 10 años de edad, en la libreta de calificaciones y comentarios sobre conducta que se enviaba semanalmente a los padres, apareció una palabra en medio de signos de admiración, cuyo significado ignoraba pero que en mi adultez vería con frecuencia: ¡insurrecto!
Los principios de la Termodinámica, en las clases de Física a mis 14 años, y el estudio de principios de Lógica a mis 16, comenzaron a hacer estragos en mis creencias sobre asuntos sobrenaturales. Creo que por entonces comencé a transitar un camino que después supe que era el de los agnósticos y de los ateos.
Cuando ingresé a la Universidad de El Salvador, en 1959, a estudiar Ingeniería Civil, la Revolución Cubana estaba en la primera línea de la acción política de América Latina. Los jóvenes de la época aprendimos canciones y poemas que loaban la gesta revolucionaria del barbudo y fogoso líder, Fidel Castro.
Muy pronto me envolví en el movimiento político estudiantil, del lado de la izquierda. En la Universidad de El Salvador fui estudiante muy activo en el liderazgo gremial, dirigente sindical y funcionario en la administración académica. Por esa época, en los 1960s, era militante de la izquierda clandestina.
En los 1970s obtuve mi Master en Educación, en la Universidad de Pittsburgh, USA, trabajé en la planificación académica de la Universidad de El Salvador, salí del país a raíz de una intervención militar a la Universidad donde trabajaba, trabaje como docente universitario y especialista en planeamiento educativo en varios países y comencé mis estudios doctorales en Estados Unidos. En 1979 el último presidente militar de El Salvador-General Romero- fue derrocado y el país comenzóٕ un período de turbulencias que duraría 12 años.
En los 1980s concluí mi doctorado en Educación, en la Universidad George Washington, USA, trabajé como educador principal en la OEA, en Washington, y al mismo tiempo de manera reservada trabajaba en el cabildeo de la alianza insurgente de El Salvador, ante los organismos de Washington.
En los 1990s me envolví directamente en política. Regresé a El Salvador después de 22 años de ausencia física, cuando la negociación para poner fin a la guerra civil estaba en sus últimas etapas. Fui el líder (Secretario General) del partido miembro de la Internacional Socialista “Movimiento Nacional Revolucionario”, que durante todo el conflicto y las negociaciones fue aliado político del insurgente FMLN. Fui miembro fundador de la Comisión Nacional para la Consolidación de la Paz, organismo plural creado por la negociación, para supervisar el cumplimiento de los Acuerdos de Paz, mediados por Naciones Unidas, y negociar la nueva legislación para las instituciones resultantes de la negociación y de las inherentes reformas constitucionales. Me envolví en la reforma del sector seguridad, primero como miembro fundador del Consejo Académico de la Academia Nacional de Seguridad Pública, y después como Inspector General de la Policía Nacional Civil, organismo encargado de supervisar la administración, las operaciones, la conducta y lo relativo a los derechos humanos. Ambas instituciones surgieron de los Acuerdos de Paz. Fui funcionario público en el sector seguridad sin ser del partido gobernante y de conocida oposición a la ideología del partido de gobierno.
Desde el año 2000, cuando salí otra vez de El Salvador por un acto voluntario, trabajo en la Universidad para la Paz, entidad creada por la Asamblea General de Naciones Unidas, en 1980, donde soy Decano para América Latina y el Caribe y Director del Departamento de Estudios de Paz y Conflicto.
Tengo 7 hijos cuyas edades oscilan entre los 10 y los 40 años.
Irenees :
Usted vivió en carne propia el conflicto armado en El Salvador. ¿Cómo explica usted este conflicto y, sobre todo, el fin del conflicto por medio de la firma de los acuerdos de paz?
Victor Valle :
En realidad, prácticamente durante todo el auge del conflicto armado (1980-1991) estuve ausente de El Salvador. Lo que sí puedo decir es que sufrí, en alguna medida, los efectos del régimen represor de libertades que estuvo en la base del conflicto.
El conflicto salvadoreño de los 1980s tiene profundas raíces en la historia nacional. Desde el siglo XIX se sentaron las bases para un régimen que excluía de los derechos humanos a grandes sectores de la sociedad, los más necesitados, reprimía a los opositores políticos, protegía los intereses de una minoría opulenta y controlaba a la sociedad por medio del miedo y la propaganda conservadora y refractaria al cambio y al progreso sociales.
Cuando, a fines del siglo XIX, el gobierno de El Salvador expropió las tierras comunales para entregarla a los emergentes cafetaleros – origen del régimen que de por sí se basaba en la violencia de la colonia y de los primeras décadas de la vida republicana independiente – Lenin estaba en la escuela primaria.
A partir de 1932 – año de la famosa rebelión campesina y obrera y de la consiguiente represión gubernamental – El Salvador fue el centro de la confrontación bipolar ideológica, lo que, a partir de los 1950s, sería la guerra fría entre los Estados Unidos de América y la Unión Soviética.
El conflicto, pues, tenía profundas raíces endógenas que fueron estimuladas y alimentadas por factores externos.
El fin del conflicto coincidió con el período en el cual el órden internacional, caracterizado por un balance bipolar de dos superpotencias y sus correspondientes, aliados comenzó a reconfigurarse.
Es posible que aunque el campo socialista (la URSS y sus aliados) hubiese persistido, la solución política al conflicto se hubiese impuesto; pero también es posible que, sin negociación, el conflicto se pudo haber prolongado, aún sin existir el campo socialista. Pero esto es en el campo de las especulaciones y de los supuestos.
Lo cierto es que al final del conflicto por medio de la solución política negociada se llegó, en mi opinión, por al menos tres razones fundamentales:
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1) La población en general estaba cansada de la guerra;
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2) Ninguna de las partes podía derrotar a la otra. Eso quedó demostrado con la ofensiva del FMLN de noviembre de 1989;
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3) La solución militar promovida por el Gobierno de los Estados Unidos se desvanecía en virtud del desmantelamiento de la guerra fría protagonizado por el Presidente Bush (el primero) de los Estados Unidos de América y el Presidente Mijail Gorbachov de la Unión Soviética. Esto explica las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que alientan y apoyan al Secretario General en sus funciones de mediador en el conflicto.
Irenees :
Usted conoció bien el FMLN, grupo guerrillero de El Salvador, así como la estrategia del ejército. ¿Qué piensa usted de la opción por utilizar la violencia para buscar transformaciones sociales y políticas en el primer caso, o para impedirlas en el segundo?
Victor Valle :
En efecto, siempre estuve vinculado con la izquierda radical de El Salvador e informado sobre sus actividades. Sobre el ejército gubernamental, mi conocimiento era de oídas. Era difícil para un opositor político penetrar el interior de este estamento determinante en la vida política de El Salvador.
El enfrentamiento armado de El Salvador se enmarca en una lógica histórica de un régimen político que no alentaba la vigencia de las libertades y derechos de toda la sociedad. Era un régimen de exclusión social, represión política, resistencia al cambio democrático, dogmatismo de derecha, favoritismo para las elites económicas y, al final, alineamiento con la política global de los Estados Unidos de América.
Cuando ya, por diversos factores internos y externos, la lucha armada estaba en marcha, el régimen puso las gotas que colmaron el vaso: los fraudes electorales de 1972 y 1977 y las consiguientes represiones letales. En ese sentido, la lucha armada en el período que analizo (1970s y 1980s) se explica y se justifica: los sectores populares, mayoritarios y excluidos y organizaciones de vanguardia combativa e insurgente tuvieron conciencia de sus posibilidades, decidieron organizarse para abrirse espacios y para defenderse de la agresión estructural, principalmente contra los derechos civiles y políticos. En ese sentido, la rebelión armada de los 1980s en El Salvador, bien puede calificarse como de legítima defensa. Si no hubiese existido una acción de prolongada represión no hubiese surgido una insurgencia armada como reacción. Es el régimen consolidado en El Salvador desde finales del Siglo XIX el que configuró en toda la sociedad una cultura de violencia y de aceptación social de la violencia.
El uso de la violencia de parte del gobierno y el sistema político imperante en El Salvador es algo consustancial. El gobierno actuaba como si no conociera o aceptara otra manera de hacer política,
Durante el conflicto los militares, en la conducción real de la guerra con la subordinación de los políticos civiles, sentían que tenían el privilegio que le daba el Gobierno de los Estados Unidos de la época, a la opción militar para derrotar a la insurgencia izquierdista, aliada del imperio del mal.
Irenees :
¿Cuáles son, según usted, los avances reales en la construcción de una sociedad más pacífica en el Salvador después de la firma de los Acuerdos de Paz? ¿Y cuáles los desafíos prioritarios para construir la paz?
Victor Valle :
Los acuerdos de paz significan una transformación política profunda. Algunos la llaman una revolución política. El Secretario General de Naciones Unidas, Boutros Ghali, en el entusiasmo del momento de la firma de los Acuerdos dijo que después de la larga noche vivida por El Salvador quedaba claro que había sido posible, por primera vez, una revolución por medio de la negociación.
Obviamente, hay cambios políticos profundos. La negociación produjo Reformas Constitucionales. En realidad, surgió una nueva Constitución Política que recogía aspiraciones políticas de larga data en el seno de la izquierda política. Balance: no hay represión política oficial, hay libertad política, de expresión y de asociación. Se vive el pluralismo político. La antigua insurgencia armada es ahora partido político con una fracción legislativa fuerte e importante que, a veces, le permite tener poder de veto en decisiones que necesitan mayoría legislativa calificada. Los gobiernos municipales de las principales ciudades, incluida la capital del país, están en manos del FMLN. Para las elecciones generales de 2009, el Frente es fuerte opción para ganar el Poder Ejecutivo y la mayoría parlamentaria. Podría decirse que, en términos relativos, hay más paz política.
Lo que pasa es que aunque la negociación creó las condiciones políticas para discutir y proponer cambios profundos económicos y sociales – que abordaran las raíces del conflicto – la dinámica política post-conflicto no hizo posible esos cambios: la derecha se posicionó para continuar con el régimen económico y la estructura productiva que contuvo las raíces del conflicto, se dedicó a morigerar los efectos progresistas de los Acuerdos de Paz y la izquierda continuó – no había alternativa aparente – como la oposición sistemática al gobierno continuista.
ARENA puede ser un partido nuevo; pero representa a los herederos políticos e ideológicos de los que extinguieron las propiedades comunales de fines del Siglo XIX, reprimieron la rebelión de 1932, configuraron e instrumentaron la dictadura militar colectiva de 1931-1979, organizaron los fraudes electorales, fueron refractarios al progreso social, perpetraron fraudes electorales y desdeñaron la democracia. El desafío principal actual es cómo lograr nuevos Acuerdos que aborden los problemas que dieron origen al conflicto y los que han aparecido después del conflicto.
El país sigue violento, desigual, inseguro. La gente sigue emigrando. Hay polarización política. El empate militar de los 1980s es ahora empate político. Es tiempo de nuevos acuerdos por la democracia y por el desarrollo y, en definitiva, para prevenir conflictos letales, abordar las inseguridades y las violencias, entender y manejar el fenómeno migratorio y construir una sociedad en progreso creciente.
Irenees :
Usted participó en la Comisión Nacional para la Consolidación de la Paz, compuesta por jefes militares, comandantes guerrilleros, dirigentes de partidos políticos de izquierda, del centro y de la derecha. ¿Cuáles fueron las consecuencias más importantes de esta experiencia en su visión del conflicto armado y de la construcción de la paz?
Victor Valle :
La Comisión (COPAZ) fue creada durante y como parte de la negociación. Su función primordial era supervisar y verificar el cumplimiento de los Acuerdos de Paz, algunos ya en marcha, y el Acuerdo final, el que se firmaría el 16 de enero de 1992. Solo que cuando se creó la COPAZ, en septiembre de 1991, no se sabía todavía la fecha exacta de la firma de los Acuerdos de Paz.
En la práctica COPAZ fue un espacio paralelo y complementario al de la negociación principal. Se discutían proyectos de ley, puesta en marcha de nuevas instituciones, nombramiento de comisiones plurales y negociaciones para resolver problemas imprevistos que afectaban negativamente la marcha del cumplimiento de los Acuerdos y de la consolidación de la paz.
Es importante destacar que en la COPAZ no había mediador. Era un organismo que se daba su propia moderación y facilitación para los debates. Funcionaba con un Coordinador Pro-Tempore que se nombraba con base en una prelación al azar acordada en la primera sesión. En ese sentido, era un cambio cualitativo: no era necesario el mediador. Estaba previsto que la jerarquía de la iglesia católica y el organismo de Naciones Unidas que ayudaba a la verificación de los Acuerdos (ONUSAL) tuvieran representantes en las reuniones; pero esto fue objetado, con diversos argumentos legalistas, por la derecha y entre octubre de 1991 y enero de 1992, estos observadores no estuvieron presentes en las reuniones de la COPAZ.
En cuanto a práctica política, la COPAZ fue importante para acostumbrar a los dirigentes políticos y gubernamentales a respetar las discrepancias, buscar consensos y lograrlos y, al final, ponerse de acuerdo en asuntos de interés común para no descarrilar la frágil paz política en vías de construcción.
En términos concretos, la COPAZ propició y verificó el cumplimiento de los Acuerdos de Paz. No todo fue color de rosa. Hubo forcejeos, nostalgias y amagos de retrocesos; pero al final se avanzaba en desmovilización, inserción, reparto de tierras para excombatientes, nueva legislación.
En COPAZ se negociaron los Consejos Académicos, para implementar nuevas doctrinas y modelos educativos, de la nueva Academia Nacional de Seguridad Pública y de la Escuela Militar, las leyes de la nueva Policía Nacional Civil, el nombramiento del nuevo Director de la Policía Nacional Civil, la ley de la Procuraduría General de los Derechos Humanos. No hay duda que en la COPAZ se evaporó el factor militar, como algo determinante, y se condensó el factor político basado en la negociación y la búsqueda del consenso. Sería muy bueno reeditar estas prácticas para los nuevos problemas y los de siempre.
Irenees :
Según usted, ¿cuáles son los desafíos prioritarios para construir la paz después de un conflicto armado o una guerra?
Victor Valle :
El conflicto armado de El Salvador, en los 1980s, fue una auténtica guerra civil. Después de la guerra (y eso tal vez se podría aplicar a otros conflictos políticos) viene el cumplimiento de la palabra empeñada, para ayudar a las confianzas recíprocas y a la confianza como conducta social. Es la hora de la reconciliación con medidas tales como integrar grupos de trabajo plurales que aborden problemas sociales y concretos. Es la hora de emprender proyectos de reconstrucción y de inserción de excombatientes en la producción, la política, el servicio público y la vida ciudadana. Es el momento de educar al soberano, el pueblo, y de emprender profundas reformas educativas que cambien contenidos y métodos en la educación formal y en la que sucede en toda la sociedad. Sobre todo es la hora de la justicia.
Si luego de la desaparición o del asesinato de miles de personas la verdad es un imperativo moral y la justicia una consecuencia política ¿cree usted en el perdón?
Por supuesto que moral y psicológicamente el perdón es una fuerza motriz interior que nos permite construir una vida individual – núcleo básico de la vida social – para la paz, la convivencia armoniosa y la vida plena y feliz. Etimológicamente per-donar es “más que dar”, “dar más” o “más allá de dar” o “dar en exceso”. Es un acto superior.
Políticamente, el perdón, para que sea parte de un magisterio social que minimice la impunidad como lacra de la sociedad y de la moral pública, debe basarse en el pedir perdón de los victimarios y, según el caso, en el juzgamiento de los causantes del daño a las víctimas. Esto supone un acto deliberado de gran voluntad política de quienes toman decisiones.
Irenees :
Al principio su compromiso se centraba en la lucha por la justicia social. ¿Cuáles son los objetivos prioritarios hacia los cuales sus acciones se orientan actualmente?
Victor Valle :
Creo que mi compromiso sigue siendo con la justicia social, con la dignidad, con la libertad de todos. Con la redención de los postergados y de los más necesitados. Probablemente lo que hayan cambiado es en los medios que favorezco para esos fines humanitarios.
Creo mucho en la fuerza de la educación como palanca para el cambio y el progreso social. Hay que educar a todos para la producción, para el goce de los derechos y el cumplimiento de las obligaciones, para el deguste de la vida, para el consumo inteligente, para el respeto a los otros, para la práctica de la honradez y la exigencia de la honradez en el manejo de la cosa pública.
Irenees :
Usted ahora Decano en la Universidad para la Paz. ¿Por qué pasó de un compromiso sociopolítico a un compromiso intelectual?
Victor Valle :
Me parece que no he cambiado de compromiso. Supe llevar de la mano el trabajo político con el cultivo intelectual. Cuando hice política activa, desde el liderazgo de un partido político, me guié por el principio de que el político debe ser un maestro de la sociedad. Eso por supuesto daba pie para que los pragmáticos y los cínicos – es decir los corruptos – me endilgaran el mote de ingenuo. Pero sigo creyendo en eso. Estoy convencido de que la educación es un hecho político. Cómo no. Si usted insufla en los seres humanos la capacidad y los instrumentos para que den todo su potencial, si les da instrumentos para que entiendan procesos naturales y sociales y los motiva para que sean agentes de su propio cambio y del cambio social, como educador, usted confronta a los poderes establecidos y subvierte la conservación de un status quo.
Ahora contribuyo a educar líderes para cambiar al mundo, para hacer conciencia sobre que un mundo injusto es evitable. En otras palabras, sigo creyendo que con el estudio de los problemas humanos y sociales y el compromiso político se es mejor educador.
La Universidad para la Paz realiza un trabajo sumamente importante de la construcción de la paz, sin embargo este es aún poco conocido. Háblenos un poco de su trabajo en la UPAZ.
La Universidad para la Paz es insólita. Es un milagro. Fundada en 1980 por la Asamblea General de las Naciones Unidas – en el apogeo de la guerra fría y en la antesala de la agudización de los conflictos centroamericanos – tiene la audaz misión y el atrevido mandato de educar al mundo para la paz.
En esta pequeña Universidad – con aspiraciones de ser al menos una pequeña luz en la oscuridad de las violencias y de los conflictos letales o un pequeño tambor que se escuche en todo el mundo – se congregan cerca de 200 estudiantes de postgrado de muchos países de la tierra. Un lema publicitario dice que en esta universidad se educan líderes para cambiar el mundo. Actualmente hay estudiantes de 50 países estudiando presencialmente posgrados en estudios de paz y conflictos principalmente internacionales. Estos estudios se hacen desde diferentes modalidades especializadas: recursos naturales y desarrollo sostenible, derecho internacional y derechos humanos, derechos humanos y resolución de controversias, estudios de género y construcción de la paz, educación para la paz, medios de comunicación, paz y conflicto; recurso naturales y paz, paz internacional,
Actualmente, desde el año 2000, y después de 9 años de acción política y servicio público en El Salvador de la post-guerra civil, trabajo en la Universidad para la Paz, como Décano para América Latina y el Caribe y Director del Departamento de Estudios de Paz y Conflicto.
Cuando trato con mis estudiantes, siento que me pongo en contacto con la multiculturalidad y el futuro del mundo. Entre mis alumnos hay jóvenes profesionales de África, Asia, Europa, Oceanía, América Latina y el Caribe, Norte América La proyecciones personales y profesionales de los estudiantes de la UPAZ son trabajar, desde diversas posiciones, por un mundo más armonioso y pacífico. Y seguramente muchos de ellos serán líderes de acciones para un mundo mejor.
Irenees :
¿Cuáles son, según usted, los desafíos principales para la construcción de la paz en la región centroamericana?
Victor Valle :
Centroamérica que va de Guatemala a Panamá y que incluye Belice es una realidad política actual. Es el istmo centroamericano que va más allá de la colonial Capitanía General de Guatemala o de las independientes y nuevas Provincias Unidas de Centro América: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica.
Esta realidad, el istmo centroamericano consta de 500.000 kilómetros cuadrados y cuenta con 40 millones de habitantes. Los siete países tienen desarrollos históricos distintos y desarrollos sociales desiguales. Belice – de habla inglesa – está en la región y es miembro de la Comunidad Caribeña, los 14 Estados con población mayoritariamente afrodescendiente. Panamá, de Colombia hasta principios del Siglo XX es ahora dueño de su soberanía y del Canal que une los dos océanos más grandes – el Pacífico y el Atlántico – .
Para construir la paz en Centroamérica hay que trabajar por la integración regional, la cooperación plena entre los países, la disminución de las desigualdades entre los Estados y en los Estados, la seguridad ciudadana, la voz común en el debate internacional, el intercambio entre las sociedades civiles, la educación para la integración que potencie alianzas y minimice xenofobias, los desarrollos fronterizos para prevenir conflictos por disputas territoriales, comerciales, económicas y culturales.
Irenees :
¿Qué es para usted la paz?
Victor Valle :
La paz es vida y esperanza. Es dignidad y libertad. Es sonrisa de niños felices y sin miedo. Es jóvenes pujantes, productivos y sonrientes reproduciendo, si optan por ello, a la especie humana con devoción y responsabilidad. Es ancianos atendidos. Es comida y abrigo para todos. Es goce sano y constructivo de tiempo libre. Es cultivo de la razón y disfrute de las Bellas Artes. Es amor por el conocimiento científico. Es compasión. Es que todos vivan sin miedo y sin necesidades apremiantes. Es convivencia armoniosa. Es, en fin, paz estructural como lo opuesto a la violencia estructural.
Notas
Victor Valle es décano de la Universidad para la Paz, afiliada a Naciones Unidas con oficinas centrales en Costa Rica.