Angélica Ordonez, Quito, January 2008
Los grupos militares en el poder
El gobierno del General Rodriguez Lara como nacionalismo revolucionario.
Ref.: “Fuerzas Armadas y Política en Ecuador”, de Augusto Varas y Fernando Bustamante, S/Ed., Ecuador, 1978.
Languages: Spanish
Document type:
Al combatir el caudillismo populista en la década de los setenta, las Fuerzas Armadas buscaban obtener más peso dentro del bloque de las fuerzas sociales hegemónicas. Por esta razón y con este objetivo, las Fuerzas Armadas asumen el mando de la nación en 1972, luego del Gobierno de Velasco Ibarra. Varios sectores, como el de los obreros y empleados, apoyaron el golpe militar. No obstante, las Fuerzas Armadas también tenía detractores, especialmente el bloque ultra-derechista que buscó unirse con los agricultores de la sierra para crear un frente común. Las Fuerzas Armadas buscaban limitar la presencia de los agrarios e intermediarios dentro del Estado, para así darle paso a la nueva ideología que proponían: el Nacionalismo Revolucionario.
Por un lado, esta ideología se estructura en torno a la necesidad de profundizar la Reforma Agraria, casi olvidada por los anteriores gobiernos civiles. Por otro lado, el Nacionalismo Revolucionario orienta a las Fuerzas Armadas a un control nacional sobre los recursos naturales y al control estatal de la actividad empresarial, dejando de lado la idea de que las Fuerzas Armadas solo debía centrarse en los problemas fronterizos o en los valores patrios abstractos y el culto de glorias del Estado.
A diferencia de los anteriores gobiernos civiles (como el de Arosemena Gómez y el de Velasco Ibarra), el nuevo pensamiento militar, liderado por el General Rodríguez Lara, buscaba no solo poner en práctica medidas correctivas, sino darles un sentido dentro de un proyecto de nueva institucionalidad.
Los militares de 1972 estaban convencidos de que los aparatos políticos del Estado estaban sumidos en una profunda crisis. Primero, por la desintegración de los viejos partidos, tanto el conservador como el liberal. Y segundo, porque los diversos grupos sociales dejaron de identificarse con los intereses y discursos de cada partido. Empezaron así a tomar fuerza las asociaciones gremiales, las universidades, los sindicatos, las Cámaras de Comercio, de Agricultura y de Industria. Son éstos ahora los grupos que van generando fuerza conductora de las organizaciones partidarias, junto con las Fuerzas Armadas que, en su interior, contenían un masa políticamente disponible
El golpe militar de 1972, no solo evita la elección de Assad Bucaram, sino que se plantea como alternativa de conducción popular y nacional, oponiéndose al discurso populista.
No obstante, desde el comienzo, este nuevo régimen enfrenta obstáculos políticos estructurales. No hay un aparato orgánico de conducción política, sino varios pequeños agrupamientos de intereses, opiniones y tendencias dentro y fuera de los cuarteles En este sentido, el ideario político Nacionalista Revolucionario presentaba muchas falencias y vacíos, lo cual provocaba que se lo viera como una realidad precaria y pasajera.
Para 1974 el grupo militar gobernante se vuelve un simple administrador de las pugnas y fricciones dentro de las Fuerzas Armadas. Rodríguez Lara debía frenar a la oposición, creando pactos con algunas de las fuerzas sociales dominantes del momento. Pero este ir y venir, el ceder aquí y luego allá, hizo que los grupos sociales que habían depositado su esperanza en el grupo militar, se fueran desencantando y debilitaran su respaldo al Nacionalismo Revolucionario.
En 1975, el Ministro de Finanzas (Jaime Moncayo) “(…) plantea tendencialmente el retorno de la riqueza petrolera a manos de la Nación (…) y busca crear barreras proteccionistas para las manufacturas nacionales, penalizando fuertemente las importaciones suntuarias. Igualmente busca agilitar la reforma agraria y estimular el desarrollo de las organizaciones sindicales.” (p.128)
La reacción de los sectores autoritarios no se hizo esperar y se da el golpe de González Alvear y, junto a éste, el deseo, por parte de los sectores ligados al capital intermediario, de eliminar a la izquierda militar. Sin embargo “No hubo ningún movimiento político o cívico organizado que hubiese acompañado al golpe desde su origen. Esta Ausencia de una masa civil de apoyo da la medida exacta de cuan lejos estaban los sectores autoritarios de hacer mella en la sociedad civil y cuan desorbitado era su proyecto de tomarse el poder mediante un afortunado golpe de mano. (…) Para la población en general el golpe es un espectáculo bélico que no le concernía de manera alguna.” (p.131)
En enero de 1976, Rodríguez Lara es separado de su cargo y, en este contexto “se da la curiosa situación de que es un oficial de la línea nacionalista-revolucionaria, el Coronel Levoyer, el que debe administrar la vuelta a un orden civil que lo deja escéptico, con la esperanza de consolidar una modalidad constitucional que incluya algunas conquistas para los sectores cuya representación asume. La salida de Rodríguez Lara no es la derrota final de su línea. Sin embargo su derrota elimina un apoyo importante al Nacionalismo Revolucionario y disminuye su importancia negociadora. Pero logran, a lo menos, algo que podría calificarse de repliegue ordenado.” (p.132)
Notas:
El texto se cita literalmente en las tres ocasiones señaladas (pp. 128, 131, 132).
Commentary
He recurrido a este artículo pues da cuenta de la historia del Gobierno del General Rodríguez Lara. Este gobierno, como se puede apreciar en otra ficha, se lo considera como el ejemplo de militarismo progresista, contrastando con gobiernos militares represivos y autoritarios de América Latina.
El breve recuento del gobierno de Rodríguez Lara, nos sitúa en el momento histórico en el cual los militares se constituyen como articuladores de un proyecto de desarrollo y unidad nacional, que se relaciona con una postura de las Fuerzas Armadas como responsables del bienestar social colectivo.
Notes
Los contenidos de la presente ficha han sido tomados del libro “Fuerzas Armadas y Política en Ecuador”, de Augusto Varas y Fernando Bustamante, capítulo III “Los militares en el poder: el Gobierno del General Rodríguez Lara”