Eva Obregon, Guatemala, mars 2008
Entrevista con Eva OBREGON
Entrevista realizada por Henri Bauer y Nathalie Delcamp (Irenees).
Irenees :
Podría presentarse por favor ?
Eva Obregón :
(Tomo esta presentación de la entrevista para Irenees de 2003.)
Me llamo Eva Obregón, nací en 1929 en Pajapita, un pueblo pequeño en el sur oeste de Guatemala, cerca de la frontera con México. Mi familia era de origen muy modesto. Empezé a trabajar a la edad de 14 años como maestra en una pequeña comunidad indgena del área rural, en un contexto de conflicto entre la dictadura militar y un movimiento social con valores sociales fuertes. Yo crecí en un país que, víctima de la injusticia y de la violencia, buscaba la justicia social y la paz. Desde joven éstas son dos de mis preocupaciones sociales más importantes que he tratado de asumir toda mi vida, de manera por supuesto muy modesta.
Irenees :
Siendo usted profesora : ¿qué importancia concede al análisis, a la investigación y a la elaboración de herramientas y recursos por la comprensión de conflictos y la construcción de paz ?
Eva Obregón :
América Central vivió un conflicto armado sumamente dramático entre 1970 y 1980. Nicaragua se enfrentaba entre somocistas, sandinistas, contras, re-contras. El Salvador éra también víctima del enfrentamiento entre la guerilla del FMLN, el ejército nacional y los paramilitares. Guatemala conoció una de sus épocas mas trágicas cuando el ejército nacional, en su lucha contra el movimiento guerrillero, torturó, masacró milles de personas inocentes y arrasó con comunidades enteras, la mayor parte Indígena.
Los señores de la guerra de la época, tanto nacionales como internacionales ya que estábamos en una situación llamada a nivel internacional de guerra fría pero que a nivel local era de guerra muy caliente, imponían a la sociedad civil centroamericana la violencia como ùnico modo de establecer nuestras relaciones sociales.
Una violencia que se hacía difusa, omnipresente, poderosa. Porque penetraba todas las esferas de la vida personal y social. Los habitantes interiorizábamos inconcientemente la violencia y, sin herramientas intellectuales ni simbólicas pertenecientes al campo teórico de la paz, utilizábamos el universo mental que la violencia nos proporcionaba a diario.
Inclusive los que nos proclamábamos “actores de paz”, caíamos en la trampa de la agresividad y de la violencia sin darnos cuenta. No sólo hacia los responsables de la guerra sino también, como de manera paradójica, hacia otros actores de paz que podíamos considerar como menos capaces, con menos legitimidad, cuando no los considerábamos como vendidos a otras causas y como traidores.
En un contexto de guerra, uno tiene tendencia a clasificar todo en únicamente dos categorías, lo bueno y lo malo. Poniéndose uno mismo siempre del lado de lo bueno. Desarrollando pensamientos, palabras, gestos, actitudes agresivas hacia aquellos que uno considera malos.
Esta simplificación de la realidad ayuda a sentirse tranquilo.
Sin embargo, el actor de paz se convierte en reproductor de la violencia simbólica contra la que quiere luchar.
Yo recuerdo que, en un contexto de guerra, incluso personas religosas, que en principio estaban llamadas a ser los primeros testigos de la paz, eran bastante agresivas hasta en las celebracion de sus ritos, algunos incluso optaron por la violencia en nombre de Dios… había en esa época ministros religiosos que íban a bendecir las armas de los militares que enseguida iban a servir para asesinar y masacrar a inocentes. Otros que se volvían capellanes de los guerrilleros para celebrarles la misa a su regreso de un combate, de un secuestro, de un asesinato… Claro que eran minorías, pero no es ninguna fantasía.
Es por ésto que es necesario, esencial, en un contexto de violencia o de guerra, trabajar en la elaboración de herramientas y recursos por la comprensión de conflictos y la construcción de paz, en el análisis y la investigación. Ya que se trata de poner un poco de razón en un contexto dominado por las certitudes dogmáticas y por los sentimientos y las pasiones.
A través de este trabajo, se ayuda a tomar una cierta distancia para no dejarse atrapar por la violencia ambiente. Se ayuda a permanecer lúcido para realizar un trabajo de comprensión. Se ponen las cosas en perspectiva lo que permite no caer tan fácilmente en la tela de araña que la violencia teje alrededor de la sociedad que ella quiere destruir.
Se trata, entonces, de un trabajo esencial ya que solamente este trabajo permite “imaginar” la paz en un contexto de guerra, pensarla, para luego imponer la paz como una alternativa necesaria, y como un imperativo ético, a una sociedad que se diluye poco a poco en el mar oscuro de la agresividad y de la violencia.
Irenees :
¿Cuáles son las actividades más importantes que desarrolla actualmente Sembradores de Paz?
Eva Obregón :
Me permito poner la siutación actual de nuestra red en su contexto histórico reciente para entender mejor nuestra situación y nuestras actividades actuales.
Nuestra pequeña historia empezó en Guatemala, en 1944. Como todos los países de América Latina, Guatemala fué fundada sobre bases conflictivas, fruto del choc de la conquista, que dió lugar a un sistema social basado sobre la dominación de la mayoría de la población por parte de una minoría. El poder político, la riqueza económica, la gestión de la cultura, el acceso a la educación, etc. fueron monopolizados por une pequeña élite y utilizados sin y contra la mayoría. Esto produjo una historia permanente de conflicto, que va desde la conquista hasta el siglo XX.
A mediados del siglo XX, en 1944 exactamente, el sistema en vigor est cuestionado teóricamente y contestado prácticamente por un movimiento social y popular que luchaba por la democratización del poder, la justicia social y la paz por medio de la instauración de un régime socio-demócratico. Los militares conservadores que gobernaban entonces intensificaron la persecusión y la represión de los líderes sociales y políticos de la oposición. Muchos de estos líderes estaban partidos entre el sueño de una democracia que había que construir y la realidad de la represión violenta del régime militar.
Es en este contexto que algunos de estos líderes sociales comenzaron a asociarse para dar más eficacidad a sus acciones por la democracia, la justicia social y la paz.
Este movimiento popular logra vencer a los militares y llevar al poder en 1944 a las fuerzas socio-democráticas. Entre 1944 y 1954 dos gobiernos socio-democráticos ejercen el poder. El primero, dirigido por un intelectual, profesor universitario, el señor Juan José Arévalo. El segundo, por un militar perteneciente a la corriente social y reformista del ejército guatemalteco, el coronel Jacobo Arbenz. Importantes reformas son entonces desarrolladas : reforma agraria, instauración de la seguridad social para los trabajadores, inversión de los recursos del Estado en los servicios públicos, especialmente la educación y la salud… En un contexto internacional de guerra fría, las élites conservadores nacionales consideran el régime como sospechoso y contrario a sus intereses. Mientras que los Estados Unidos comparan este régime al inicio de un régime que busca instaurar el comunismo en Guatemala y, luego, en América Central.
Después de 10 años de esfuerzos por democratizar el país y comenzar a desarrollar la justicia social en favor sobre todo de la población más necesitada, los militares retoman el poder en 1954 por medio de un golpe de estado, sostenido por los Estados Unidos. El régimen es aún más fuerte que el precedente y la represión empeora. En los otros países centroamericanos la situación es parecida : regímenes fuertes son instaurados, menos en Costa Rica, donde tuvo lugar una reforma muy importante en 1948. Otros líderes sociales demócratas son entonces perseguidos en sus países, El Salvador, Honduras, Nicaragua. Algunos de estos líderes comienzan a conocerse, a compartir sus experiencia, a intercambiar para ayudarse mutuamente. Varias iniciativas de solidaridad mutua y clandestina les permiten sobrevivir.
En 1960 nace en Guatemala el primer movimiento de guerilla de América Central. A partir de entonces, el enfrentamiento armado entre grupos revolucionarios y ejército nacional imponent la violencia a la sociedad civil como único medio para vivir juntos.
Algunos ciudadanos decidieron entonces dar un nuevo paso : asociarse a nivel centroamericano para seguir proponiendo un camino civil y político para la democratización del poder, la instauración de la justicia social y la pacificación de las relaciones sociales en la región. Aunque era una red activa, fué siempre clandestina: sus miembros decidieron no declarar sus actividades, sabiendo que si lo hacían ponían en riesgo su vida.
Durante los conflictos armados que destruían la región, estos ciudadanos centro-americanos trabajaban localmente a nivel de la organización social de base, privilegiando algunos elementos culturales como la educación a la democracia y a la paz, así como éticos como el respeto absoluto a la vida, la tolerancia y el respeto de la diferencia, la solidaridad, etc. Esta red de ciudadanos sembraba en el corazón de la sociedad civil centroamericana herida por la violencia semillas de democracia, de justicia social y de paz.
Después de 36 años de conflicto armado, cuando América Central pudo comenzar una nueva etapa de democratización y de paz social, esta red, llamada « ciudadanos centroamericanos por la paz », experimentó una transformación importante . Y no es sino hasta ahora que trato de responder a la pregunta inicial :
La primera generación ha desaparecido en su mayoría, muchos de ellos víctimas del conflicto armado.
Entre los sucesores, la mayoría son ahora actores de primera importancia en sus países; unos en el campo social, otros en el campo político, otros en el intelectual, etc.
La otra parte de éstos continúa trabajando pero ahora buscando nuevas maneras de acción en función de los nuevos desafíos: éstos realizan un trabajo de capitalización de sus experiencias, de sus victorias, de sus derrotas, con el fin de valorizar su “savoir faire” para la construcción de la paz.
Porque creemos que el conocimiento que podemos elaborar viene de nuestra experiencia, de una experiencia que fué difícil, arriesgada, pero también sumamente interesante.
Nuestro campo de trabajo más fuerte actualmente, en una situación de construcción de paz después de un conflicto armado, es el campo teórico. Tratamos de participar en el trabajo de elaboración de la memoria histórica de nuestro proceso de construcción de paz. De precisión de nuevos métodos para tratar la construcción de la paz. De precisión de conceptos centrales en una dinámica dialéctica, como el concepto de “guerra civil” ante el concepto de “guerra contra la sociedad civil”, el concepto de “rebelión” ante el concepto de “resistencia”, el concepto de “recuperación de la memoria histórica” ante el concepto de “elaboración de la historia”. Trabajamos sobre todo el proceso de “elaboración de la imágen del otro como enemigo”, desde el punto de vista ideológico, étnico, religioso, etc.
Nos parece que es una manera de aportar instrumentos de análisis y de comprensión de conflictos y de la construcción de paz, en un contexto en el que las pasiones parecen eclipsar la razón que está ausente de los conflictos actuales.
Irenees :
Los Acuerdos de Paz de Guatemala fueron firmados en 1996: ¿cuáles son, según usted, los avances reales en la construcción de una sociedad más pacífica en Guatemala? ¿Y Cuáles los desafíos prioritarios para construir la paz?
(Tomo esta respuesta de la entrevista para Irenees de 2003, en la que se me hizo la misma pregunta. Hago algunas adaptaciones pero la respuesta no es tan diferente porque, lamentablemente, las cosas no han cambiado.)
Uno de los primeros frutos del proceso de democratizacion fué la firma de los Acuerdos de Paz en diciembre 1996. No se trata de un “Tratado de Paz” clásico, sino de un conjunto de acuerdos concernientes a las cuestiones principales de la sociedad guatemalteca, especialmente a la cuestion socio economica en términos de justicia social y a la cuestion política en terminos de democracia y de respeto de los derechos humanos.
En este contexto, puedo hablarle de algunos desafíos concretos.
Considero que el trabajo en el área socio-económica es urgente. La mayoria de la poblacion vive en condiciones de vida muy pobres, no solo material sino tambien intelectual y moralmente.
En esta perspectiva, creo que uno de los desafíos más urgentes es la educación. El analfabetismo de una gran parte de la poblacion favorece el riesgo de ser engañados o manipulados fácilmente. La educación permite a la gente desempeñar un trabajo digno que le haga mejorar sus condiciones de vida para salir de la miseria.
Otro desafío es la salud, porque las condiciones de vida de la mayoria de la poblacion hacen que ésta sufra muchas enfermedades. Ademas, la política nacional de salud pblica es muy limitada: los centros donde medio atienden a los enfermos quedan demasiado lejos de sus aldeas y los enfermos no aguantan a llegar, muchos se mueren en el camino. Además en los hospitales hacen falta aparatos, camas, medicinas y hasta personal que pueda atender y luego recetan medicinas que por ser tan caras no se pueden adquirir. Creo que hay que restructurar completamente todo el sistema de salud publica.
Otro desafío, muy actual, toca al alto grado de criminalidad en que vivimos. En Guatemala matan hasta para robar un teléfono celular. Aquí asaltan en la calle todos los días, roban, hieren, etc. y todo en la más absoluta impunidad. Ultimamente se han multiplicado las pandillas juveniles (maras), que siembran la delincuencia y el gobierno no puede controlarlas. Pero creo que este problema está tambien muy ligado a la pobeza asi como a la falta de educación.
Otro desafío es la administracion del país. Faltan dirigentes honestos y que trabajen, no por sus intereses o los de un solo grupo, sino por el bien comun de la sociedad guatemalteca; el sentido de « bien comun » está bastante ausente de las acciones de los diferentes gobiernos, que muchas veces representan a un grupo minoritario bien preciso.
Como usted puede notarlo, todos estos desafios estan incluidos en los ACUERDOS DE PAZ firmados entre el gobierno y la guerrilla en diciembre 1996, y que no han sido puestos en práctica. Estos acuerdos prevéen una seria de reformas profundas en el aspecto económico, político y social del país, que vendrían a favorecer fuertemente la construccion de un país con democracia, con justicia social y con paz.
El desafío de fondo es, entonces, el cumplimiento de los acuerdos de paz. Si la guerra civil está detrás de nosotros, en nuestro pasado, la paz está adelante, en nuestro futuro. No podemos quedarnos en una situación intermediaria, indefinida, ni en guerra ni en paz. Para construir la paz no basta con decirle no a la guerra. Creo que es el desafío mayor para el pueblo de Guatemala es hacer de la construcción de paz una responsabilidad seria y compartida.
Usted vivió en carne propia las consecuencias dramáticas del conflicto armado interno en Guatemala: si luego de la desaparición o del asesinato de miles de personas la verdad es un imperativo moral y la justicia una consecuencia política: ¿creé usted en el perdón?
Es difícil responder a esta pregunta. Sobre todo cuando se há sufrido de manera totalmente injusta y que uno sabe quién es el que há pensado, decidido y ejecutado ese sufrimiento.
En esos casos, unos prefieren la venganza. “Ojo por ojo, diente por diente”. Sinceramente yo no creo que la paz pueda ser resultado de la violencia, hablo de la paz profunda, verdadera, la que dura. Aunque la comprendo, no comparto esta opinión.
Otros prefieren la justicia. Los responsables de crímenes deben ser juzgados y condenados a ejecutar una pena correspondiente a su delito. Este principio, que va en contra del principio de impunidad, me parece evidente en las democracias modernas. Me parece que la pregunta no consiste en si hay que hacer justicia después de un conflicto armado o no, sino en establecer criterios y modalidades apropiados que permitan que la administración de la justicia sea un factor efectivo de construcción de paz. Se han dado casos en que las modalidades de administración de la justicia después de un conflicto armado o una guerra han venido a revolver viejos conflictos, o a desarrollar nuevos conflictos, produciendo de nuevo la violencia.
El perdón, según mi criterio, es un asunto ético, que toca lo más íntimo de la persona que ha sido víctima, y víctima inocente. Perdonar es muy difícil, sobre todo cuando se ha vivido lo que nosotros hemos vivido en Guatemala, con personas tan malas como Ríos Mont, Alvarez Ruiz, Chupina, los hermanos Lucas García, para mencionar algunos nombres solamente de los altos responsables…
Sin embargo, aunque difícil, el perdón me parece posible, incluso deseable en algunos casos. No siempre, pero a veces el perdón puede inclusive revelarse como más adecuado que el castigo. En estos casos, ser capaz de perdonar me parece algo admirable, expresión de una gran profundidad personal, prueba de madurez y de paz. Según las condiciones en las que se dé, el perdón puede ser incluso más eficaz que la prisión si el objetivo no es simplemente castigar al delincuente sino que éste se arrepienta y cambie.
Para responder concretamente a la pregunta: Si, yo creo en le perdón, en determinadas circunstancias y observando ciertas condiciones, siempre y cuando éste no favorezca la impunidad, sino la reconciliación de una sociedad que ha producido víctimas y victimarios.
Irenees :
¿Cómo ve usted la situación actual de la seguridad, la justicia y los derechos humanos en Guatemala? ¿Cómo ve su futuro?
Eva Obregón :
Los conflictos mayores de Guatemala no han sido atendidos de manera seria desde hace varios siglos (desigualdades socio-económicas, injusticia social, discriminación racial, exclusión política de la mayoría de la población, etc.) su historia es una historia de violencia. Una violencia que explotó con fuerza en el siglo XX.
A principios del siglo XXI somos herederos de la violencia como una de las formas comunes de establecer relaciones interpesonales y sociales. Los Acuerdos de Paz no previeron un trabajo sobre la violencia que venía desde muy atrás. Luego de 36 años de guerra civil seguimos siendo una sociedad violenta. Aunque se trata de otro tipo de violencia, ya no institucional sino informal; ya no organizada sino difusa. Violencia al interior de las familias, de las empresas, entre las personas individuales, entre los grupos. En este contexto, un elemento nuevo ha venido a agravar la situación: la organización de jóvenes, muy jóvenes, en maras, que han hecho de la violencia su modo de acción cotidiano, normal, y hasta honorífico: la mara más violenta gana más respeto de las otras maras y se impone como “la mejor” y “la más fuerte”.
Todo ésto crea una situación de inseguridad social permanente.
Me parece que la seguridad ha sufrido dos grandes cambios desde la firma de los Acuerdos de Paz.
Primero, la violencia alcanza niveles elevados: cuantitativamente las agresiones, los robos, los secuestros, la delincuencia, los asesinatos son ahora mucho más numerosos que durante el conflicto armado.
Segundo, la violencia ha perdido totalmente su sentido. En el tiempo del conflicto armado, los combatientes sabían por qué combatían, por qué mataban o morían. La sociedad también conocía las razones, los objetivos del conflicto. Ahora no es así. Los actores de la violencia, especialmente los delincuentes, utilizan la violencia por cualquier cosa. En Guatemala pueden matar para robar un carro, un teléfono celular, un par de anteojos de sol, incluso por una “mala mirada”. Esto me parece sumamente grave. Se ha perdido el sentido de la dignidad de cada persona y del derecho a la vida del otro. Es una cuestión ética. Los delincuentes han banalizado la utilización de la violencia a tal extremo que la vida misma no tiene ningún valor. Así como están dispuestos a matar por cualquier cosa, están también dispuestos a morir por nada.
La cuestión no es entonces únicamente la seguridad, sino un culto de la violencia totalmente irracional, absurdo y asesino. Lo que toca también las fallas profundas en la aplicación de la justicia, así como la falta de respeto a los derechos humanos.
Esto, que parece una situación negra es, sin embargo, característica de las sociedades que salen de un conflicto armado o de una guerra. La paz no viene al día siguiente como de manera automática. Hay normalmente un período de transición más o menos profundo, difícil y largo, en el que la sociedad atravieza una crisis durante la cual tiene que aprender a remplazar los hábitos violentos por unas actitudes de tolerancia, de respeto, de capacidad de negociación, pour una cultura de paz. Esto no es absolutamente nada fácil. Se trata de un proceso, y de un compromiso de todos los miembros de la sociedad, empezando con los que ejercen mayores responsabilidades. Se trata de proponer otro modelo de vida en sociedad, con otros criterios, otras prácticas, otros objetivos, otros métodos… Lo cual exige tiempo. Por lo menos una generación.
Aquellos que exigen que una sociedad que viene de salir de una guerra empieze inmediatamente a vivir en paz son personas que no conocen bien las exigencias de la paz.
Tenemos como ejemplo los europeos que, luego de la segunda guerra mundial, no se convirtieton inmediatamente en grandes amigos, sino que existía aún la desconfianza, el miedo del otro, incluso algunas veces el odio del otro. Pensemos a los franceses y los alemanes de los años 1950. No fué sino más o menos 50 años después del final de la guerra que Francia y Alemania comenzaron a tener relaciones normales… Cuando el presidente francés Mitterand, a principios de los años 90, invitó a los alemanes a desfilar en los campos eliseos el 14 de julio, hubo aún protestas de parte de varios grupos franceses que decían que ésto era escandaloso, inadmisible, humillante para los franceses. Cuando la canciller alemana Merkel fué al parlamento de Israel en marzo de 2008, varios parlamentarios boycotearon esta visita diciendo que ésto era escandaloso, inadminsible, humillante para Israel.
Me parece que Guatemala sigue en este período de crisis después de un conflicto armado en el que la transición de la guerra a la paz pasa por un proceso de gestión racional de la violencia que toma tiempo y para el que los guatemaltecos no tenemos mucha experiencia, no estamos bien preparados, porque nuestro pasado reciente es un pasado de violencia.
Al mismo tiempo, la justicia, el respeto a los derechos humanos, la construcción de paz avanzan de manera eficaz y, según yo, rápidamente. Porque hay muchísimas personas y numerosos grupos, movimientos, organizaciones sociales, religiosas, culturales, políticas, que están seriamente comprometidas en la construcción de paz.
Líderes sociales trabajan de manera eficaz en estos asuntos, pienso por ejemplo en la Procuraduría de los Derechos Humanos, en la Fundación Myrna Mack, en el GAM.
Responsables políticos luchan también en este sentido. Pienso por ejemplo en la corriente social-demócrata guatemalteca que podría tener un rol importante en el gobierno actual del señor Alvaro Colom, otro muy buen ejemplo es la señora Nineth Montenegro.
Muchos intelectuales también participan a su manera en esta búsqueda de paz, muchos institutos y centros de investigación han nacido después de los acuerdos de paz que tienen como misión poner en contacto a intelectuales guatemaltecos y ayudarlos a realizar sus análisis en una dinámica de intercambio de ideas, de confrontación y de enriquecimiento mútuo, pienso por ejemplo en la Universidad Rafal Landívar y su instituto por la transformación de conflictos y la construcción de paz (INTRPAZ).
En fin, la situación no es negra. Sé de otros países que han vivido un conflicto armado interno y que 30 años después no son aún capaces de instaurar una dinámica social de democracia, de respeto de derechos humanos, de construcción de paz.
En este sentido, me parece que si Guatemala tiene ahora dificultades serias en materia de inseguridad, de justicia y de respeto de los derechos humanos, el sentido de la responsabilidad y el compromiso de la sociedad civil guatemalteca es efectivo y está realizando actualmente un trabajo profundo de aprendizaje de la gestión pacífica de conflictos, de aplicación de la justicia, de respeto de los derechos humanos, de construcción de una paz durable.
Estoy muy conciente de las graves dificulates que tenemos luego del conflicto armado respecto a la gestión de la violencia, pero al mismo tiempo soy más bien optimista y me parece que vamos pour buen camino.
Irenees :
¿Piensa usted que la elaboración de la memoria es indispensable para la justicia y para la reconciliación? ¿Por qué?
En Guatemala, quiénes han sido y son ahora los mayores enemigos de la paz?
En Guatemala la paz tiene varios enemigos. Por ejemplo.
Las desigualdades socio-económicas, la falta de educación, la falta de salud, el racismo, el autoritarismo, la injusticia, la delincuencia, la violencia.
No pienso que los enemigos de la paz sean ciertas personas, sino que las ideas, los sentimientos, los intereses que inspiran las acciones de la sociedad. Porque el racista, el injusto, el autoritario, el delincuente, el violento no vienen de fuera de la sociedad, sino son también una de sus expresiones, uno de sus resultados. No se trata de justificar estos hechos, sino de darles una explicacion.
Junto a estos factores sociales que son para mí enemigos de la paz, está también el pacifismo, o la paz del utopista. Que considera que la paz es la ausencia de todo conflicto, de todo movimiento, de toda vida. Es lo que llamamos nosotros la paz de los cementerios. Hay quienes idealizan la paz y luchan por esta paz sin conflictos, y se dicen actores de paz, cuando en realidad están trabajando en contra de la paz ya que, muchas veces, los pacifistas terminan por ser dogmáticos, intolerantes y agresivos hacia quienes no piensan como ellos.
Un tercer enemigo de la paz es el individualismo radical qui lleva al egoismo y a la indiferencia. Indiferencia hacia el sufrimiento del otro, hacia sus necesidades, hacia sus pobrezas. Indiferencia, simplemente, hacia el otro. La paz es entonces individualizada, privatizada: basta con que yo viva en paz, el resto no me interesa.
Irenees :
Los imaginarios elaborados durante y para la guerra fueron sumamente eficaces: ¿cómo elaborar, según usted, imaginarios para la paz?
Eva Obregón :
Pregunta sumamente interesante. Los señores de la guerra contrataron intelectuales que se encargaron de inventar conceptos, teorías, creencias, símbolos útiles a la guerra. Especialmente a la construcción de la imagen del otro como enemigo.
Por ejemplo el caso de los militares, que desarrollaron un proceso muy simple.
Comenzaron dividiendo la sociedad en dos grupos, en dos campos distintos: los conservadores por un lado, los guerrilleros por otro lado. Los primeros eran identificados con la rectitud, la moral, la religión católica, el respeto a la autoridad, a los valores tradicionales, eran los buenos. Los segundos eran identificados con la rebelión, la insolencia, el ateísmo, la falta de valores, el comunismo, la violencia, eran los malos.
Una vez distinguidos los dos grupos, hicieron creer a “los buenos” que éstos eran objeto de amenaza por parte del otro grupo, que quería apoderarse de sus bienes, robarles la libertad, despojarlos de todo. Que el grupo de los malos quería terminar con ellos. Constituían una amenaza, y amenaza de muerte. De esta manera, “los buenos” llegaron a considerar a los otros como sus “enemigos”.
En un tercer momento, la violencia contra los buenos era justificada, legítima y necesaria. Se trataba de una violencia de defensa, de “legítima defensa”, y por lo tanto justa, se trataba de una “guerra justa”.
Una vez interiorizada la idea que se trataba de dos grupos distintos al interior de una misma sociedad, que unos eran buenos y otros malos, que los malos eran una amenaza para los buenos y que la violencia era necesaria y justa. Fué sumamente fácil mobilizar masas utilizando la violencia contra “los otros”.
El proceso del lado de la guerrilla fué similar.
El conflicto armado en Guatemala produjo miles de muertos…
Sí. Es sumamente importante, después de un conflicto armado, saber desarmar las ideas, las creencias, los símbolos de la violencia, pour un lado y, al mismo tiempo, elaborar nuevas ideas, nuevas creencias, nuevos símbolos para la paz. En este sentido, el campo cultural es esencial en la construcción de la violencia y de la paz.
Si es necesario por lo menos una razón para que un hombre mate a otro hombre, muchas veces esta razón es el miedo. Es también necesario por lo menos una razón para que un hombre haga la opción por ser un artesano de paz. Porque si la guerra es una elaboración complicada que exige medios importantes, la paz no es el estado natural del hombre, sino el conflicto. La paz es entonces una exigencia, un compromiso, una responsabilidad y una tarea.
En este sentido, el trabajo intelectual de los gestionarios de símbolos es sumamente importante, esencial, para elaborar no solamente imaginarios, sino una cultura de paz.
Irenees :
Cuales son, según usted, las conflictualidades y las amenazas para la paz más importantes en el mundo actual?
Eva Obregón :
En América Central, tan cercana a los Estados Unidos, luego de los atentados de septiembre del 2001, sentimos un cambio importante en la manera de pensar las amenazas. Como que hubo una que se volvió hegemónica, central, y más fuerte, hasta el punto que todas las demás se hicieron menores, cuando no invisibles. Se trata de la amenaza a “la seguridad”. Y pe marece que no es un fenómeno éxclusivamente centroamericano sino mucho más planetario: asistimos a una estrategia de “mondialización del miedo”. Me parece que “la seguridad” de las personas, de los países –especialmente de Estados Unidos- fué convertida en una especie de mito. Porque nadie es capaz de explicar concretamente qué es la seguridad en nuestro mundo actual y cuáles son las amenazas reales. Me parece que con esto dejamos el universo de la razón para introducirnos plenamente en el mundo del miedo…
Seriamente. Me parece que las amenazas reales a la paz en nuestro mundo actual pueden ser leídas a dos niveles.
En un primer nivel, yo diría que están las amenazas producidas por las conflictualidades actuales que tienen tendencia a hacerse más importantes. Las amenazas clásicas: las desigualdades entre las poblaciones, entre los países, entre las regiones (pienso especialmente en América Latina, que es el continente donde hay, no más pobreza, sino más desigualdades) ; la falta de democracia y el autoritarisme político (pienso especialmente en el continente africano, del que la mayoría de la población ha sido y sigue siendo víctima de intereses extranjeros así como de de barbaridades locales); la explotación irresponsable de los recursos naturales que está destruyendo nuestro Planeta y produciendo catastrofes que afectan a miles o millones de personas (pienso especialmente en Asia: China, India, donde los recursos naturales son explotados de manera totalmente irresonsable en nombre de exigencias económicas, cuando éstos no son simplemente destruidos); el individualismo egoista, el hedonismo, la mercantilización de las relaciones sociales, el consumerismo ciego que hacen que una sociedad, un país, una región, considere su bienestar y su confort material como más importante que la satisfacción de las necesidades básicas del resto del mundo (pienso especialmente en Estados Unidos y en Europa).
En un segundo nivel, más profundo, me parece que podemos identificar las amenazas que residen en el espíritu de la humanidad. Por ejemplo el racismo, que considera que por algunas características físicas, es posible establecer diferencias entre las personas e incluso una jerarquización, lo que autoriza a unos a humillar a otros, por razones totalmente imaginarias, falsas y estúpidas… Por ejemplo la intolerancia, que hace que una persona, un grupo, un país, se considere como el mejor, como el modelo al que todos los demás tienen que identificarse, sino, son considerados como inferiores y son objeto de discriminación… Por ejemplo el sentimiento de superioridad, que hace que unos se comporten con arrogancia hacia otros, produciendo en éstos sentimientos de envidia, de celos, de humillación y hasta deseos de venganza…
Los ejemplos pueden ser bastantes.
Lo que me parece que es la amenaza de fondo es el hecho que el hombre se deja llevar por sus pasiones, que su vida, sus actos, sus relaciones, sus conflictos, se inspiran no de opciones sino de sentimientos y de pulsiones fuertes. Sentimiento de superioridad y actitudes de arrogancia. Sentimiento de humillación y deseos de venganza. Sentimiento de ser elegido de parte del mismo Dios e iluminado. Sentimiento de desesperación y de angustia…
En este sentido, me parece que la amenaza más peligrosa para la paz está muy bien representada actualmente por dos personas que son campeonas mundiales de los lazos entre pasión y violencia: George Bush y Ben Laden, dos caras de la misma moneda.
Irenees :
Qué es la paz para usted?
Eva Obregón :
En América Latina se tiene la idea de la paz como un ideal. Como algo que es resultado de un proceso de construcción social, pero que está siempre más allá. Me parece que hay en el subsuelo de esta concepción la influencia de una perspectiva teológica que viene de la Iglesia Católica, y que plaza todo lo que es bueno en una dimensión trascendente, en un futuro maravilloso y lejano, en un “paraíso”.
Aunque creo que la paz debe tener una dimensión utópica et ideal, mobilizadora, creo también que la paz no está solamente al final del camino sino también en la forma de caminar. La paz es el final del proceso pero también es la manera de construir este proceso. La paz es el resultado de una construcción social pero también, y tal vez sobre todo, la manera en la que se realiza esta construcción. La paz está en el fin pero también está en los medios.
Yo insisto sobre ésto ya que en la situación actual, aunque también en la historia reciente y pasada, ha habido muchísimos casos en que se ha querido construir la paz utilizando medios no pacíficos, incluso medios sumamente violentos. Bajo el principio “el fin justifica los medios”, la paz ha sido víctima de la violencia, en nombre de la paz.
La paz, para mí, es una forma de actuar. La paz está en los pensamientos, en las opciones, en los sentimientos, en las actitudes, en los gestos… La paz es respeto, tolerancia, justicia, solidaridad, compasión, perdón…
Yo sé que Irenees insiste en el estudio de la paz, profundizando la mal conocida “Irenología”, algo que me parece fundamental. Pero también creo que es necesario trabajar el concepto de “Irenopraxis”, de “la práctica de la paz”. Me parece que la articulación de estas dos realidades puede enriquecer de manera importante la construcción de la paz.
Sé que la paz es un concepto polifacético, que su construcción es compleja. No pretendo reducirla a una sóla de sus dimensiones, sino subrayar una dimensión que me parece descuidada y esencial a la vez.