Francisco De Roux, Magdalena Medio, Colombia, mars 2006
Los proyectos del bloque central Bolivar : riesgos y desafios
Dando a los paramilitaires nuevos poderes, su desmobilizacion puede desembocar en una paramilitarizacion de la sociedad.
Diez días antes de la desmovilización del Bloque Central Bolívar, dos jefes paramilitares ya desmovilizados, explicaron a los alcaldes y a las comunidades del sur de Bolívar que de los dos mil hombres que se entregaban quedarían mil en la región, en los proyectos que ellos tenían en el entorno de Buenavista, San Blas, Monterrey y también en Puerto Berrío.
Este compromiso de dar empleo en sus propios proyectos a sus militantes creó cierta tranquilidad en los alcaldes. No se iba a aumentar el desempleo abierto. Sin embargo si el Estado acepta esta decisión paramilitar comete un gran error.
Los proyectos de los paramilitares se crearon en los últimos años de presencia de las Autodefensas en la Región. Son sembrados de palma de aceite, cacao y café que se presentan hoy como ejemplo de desarrollo económico racional y exitoso. La misma OEA los ha mostrado como tales en su último informe! Son proyectos agroindustriales rigurosamente planificados. Pero es un error poner a estos proyectos como ejemplos ante el pueblo de Colombia, y presentarlos como paradigma de gestión económica sostenible y rentable en el mercado real y como muestras de solución al conflicto. Estos proyectos no han pasado por los procesos exigentes y muy difíciles de colocarse en el mercado a partir del campesino sin recursos ni información, de apropiación por los mismos pobladores de las tecnologías y de la resolución de las incógnitas de la competencia, del manejo de los créditos en el laberinto de los bancos privados, y del aprendizaje con incentivo de capitalización rural. Estos proyectos de los “paras” no conocen de eso.
Porque son proyectos construidos de manera artificial, con el aparato de un deus ex maquina, que baja del cielo con los recursos del narcotráfico, la extorsión, y el cartel de la gasolina. Son proyectos alimentados de procesos ilícitos y violentos. Por eso estos no son proyectos que sirvan para dar lecciones de sostenibilidad, ni de ruta de transformación del campo, ni de caminos para colocarse sin ventajas artificiales y violentas en las tensiones del mercado.
Mas grave aún, si el Estado entrega estos proyectos a la conducción de los mismos paramilitares desmovilizados contribuirá a fortalecer a la organización que se ha comprometido a desmantelar. Para decir lo menos, el Estado prolongará la ambigüedad con que se ha movido en este asunto durante años. En esos proyectos los participantes desmovilizados retomarán su propio sistema de seguridad de autodefensas, y su propio dominio protector en todos los ámbitos.
Evidentemente las comunidades del Magdalena Medio, convencidas de que esta Región la construimos entre todos y todas o no hay futuro para nadie, están abiertas a la incorporación de los desmovilizados, pero el camino no puede ser dejar a la organización paramilitar fortalecida con la administración de sus propios proyectos, cuando la incorporación a la civilidad tiene que ir de la mano con la desaparición de la misma organización.
El camino es entregar los proyectos a las comunidades donde se dio el conflicto, para que las comunidades los conduzcan, en una conducción donde la prioridad son las víctimas, en un compromiso con los derechos humanos integrales; y dotar a estos proyectos de entes gestores en los que participa, bajo el liderazgo comunitario, la defensoría del pueblo y la alcaldía local, y hay un lugar para los que dejaron la lucha armada. Para poner en marcha procesos humanitarios que producen paz y que van incorporando a los que hicieron la guerra en la medida en que la comunidad crece en magnanimidad y serenidad para perdonar y establece las condiciones indispensables para que no vuelva a darse la organización ilegal delictiva.