Ricardo Bolivar, Caracas, janvier 2004
Espacio de encuentro para la reflexión colectiva
Si alguna cosa caracteriza a nuestras ciudades en Venezuela es la ausencia o la existencia precaria de espacios que convoquen, que estén dispuestos a recibir, a dar la bienvenida al ciudadano, al hombre de ciudad, conscientes de deberes y derechos, y menos aún al poblador del barrio.
La enrevesada trama urbana, poco integradora, con unos servicios publicos pobremente orfertados, violencia rampante en el gesto que la cotidianiza, que la hace parte en el quehacer de todos y cada uno de nosotros. Esa ciudad nos arremete a diario con su deterioro progresivo, con su fealdad, con su pestilencia. Aún sigue siendo abrupto el cambio de caminos de tierra a la vía de asfalto, a despecho de la ciudad « formal ». La urba pareciera gritarnos a voz en cuello « no te quiero », y es que todavía no aprendemos a vivir. La ciudad exige y necesita una visión de conjunto, un contexto mayor para su comprensión, como un ser dotado de vida propia. Hace exigencias a su ocupante, que es ser y parte de ella misma. Debemos encontrarnos - siendo uno debemos ser todos -.
Es obligante la convivencia, la existencia de normas, reglas, modos de vida, de común aceptación en la diversidad que singulariza, que pone nombre y apellido a cada ciudad.